Orígen del pueblo egipcio
El orígen del pueblo egipcio
El origen del pueblo egipcio es, todavía hoy, un tema controvertido. La mayoría de los egiptólogos lo considera un pueblo de origen mixto en el que predominaría el elemento semítico, es decir, el de los descendientes de Sem, hijo de Noé. De ser así, los egipcios tendrían un origen asiático.
En cambio los historiadores de la Gracia clásica siempre creyeron que los egipcios procedían de una raza africana que habitaba en las regiones del sur de Egipto y en Etiopía. Pero ¿y la civilización egipcia? ¿Dónde tuvo su origen? A lo mejor no fue en el Nilo.
Para hallara los primero indicios de esta civilización, habrá que alejarse un centenar de kilómetros del Nilo, hacia el oeste, en el corazón de los entonces fértiles altiplanos saharianos, ricos en flora y fauna.
Sus habitantes vivían de la caza y la recolección, además de explorar los recursos pesqueros de los ríos y lagos. Sin embargo y como consecuencias de un fuerte cambio climático que afecto al norte de África entre los años 6000 y 5000 a.C., se produjo un largo período de aridez en el Sahara, conocido como Gran Árido del Holoceno medio.
Para sobrevivir a la desertificación, las poblaciones nómadas de estas regiones abandonaron sus hábitats y emigraron hacía la región del Nilo. De nómadas se convirtieron en sedentarios, y empezaron a desarrollar un estilo de vida adaptado al nuevo entorno, basado en la agricultura y el pastoreo.
Estos primeros habitantes se unieron para explotar mejor la riqueza que ofrecía el río, de modo que con el tiempo fueron fijando reglas y normas sociales y constituyendo poco a poco una de las más antiguas civilizaciones.
Seguramente, los pequeños grupos o tribus se formaron a través de vínculos de parentesco, y se distribuyeron las zonas más fértiles.
¿Cómo inició el escoger a un rey?
Para regir la tribu se escogía a la persona más sabia y anciana, quien tenía entre sus responsabilidades la de prever y controlar las crecidas del Nilo, construir canales de riego y proteger las fronteras del propio territorio de la amenaza de conquistadores y animales salvajes.
El Egipto predinástico estaba compuesto por una multiplicidad de pequeños reinos, cada uno de los cuales estaba bajo la autoridad de una divinidad local, representada en la tierra por un príncipe, que era su sumo sacerdote.
Como consecuencia de un largo proceso de anexiones y conquistas, se constituyeron unidades políticas más amplias, hasta la aparición de dos reinos: El Alto Egipto (el valle del Nilo, de orografía más accidentada y menos fértil), con capital en Hieracómpolis, y el Bajo Egipto (la zona del delta, plana y fértil, cuya capitalidad recayó en Buto.
Fue así como surgió el embrión de la que a la postre habría de convertirse en una gran civilización, fruto de la simbiosis entre el hombre y el río.
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